En este
sentido destacamos tres pilares de acción: Mejorar los procesos de
enseñanza-aprendizaje. Muchas veces encontramos alumnos que como no han
conseguido destacar académicamente optan por “ser alguien” y destacar a base de
ser graciosos, o a partir de la violencia, la agresión o la burla sobre los otros,
generalmente los otros son alumnos aplicados, cuyas burlas sólo hacen que poner
de relieve lo que se denomina como envidia. Si ese futuro alumno conflictivo no
llega a sentir esa envidia, si llega a sentirse menos frustrado académicamente…
¿necesitará ser alguien por la vía del conflicto si ya es alguien gracias a sus
aprobados? En este sentido se plantean las siguientes estrategias de actuación:
1- Conocer
el estilo de aprendizaje de nuestros alumnos. En este sentido, distinguimos
entre alumnos divergentes (analizan las cosas desde diversos puntos de vista,
son más observadores que “actuadores”), asimiladores (sus pensamientos son más
abstractos, se centran más en la teoría que en la practicidad de sus pensamientos),
acomodadores (actúa visceralmente sin analizar las consecuencias, confía más en
las otras personas que en sí mismo) y convergentes (tienen facilidad para la
toma de decisiones, se le dan mejor las cosas de carácter técnico). Para
conocer el estilo de aprendizaje de nuestros alumnos debemos analizar los
procesos de sensibilización a la actividad (motivación), los procesos
atencionales, los procesos de adquisición de la información, los procesos de
personalización y control, los procesos de recuperación de la información y
finalmente los procesos de transfer a otros ámbitos.
2-
Modificar nuestro estilo de enseñanza. Igual que es especialista de
Matemática en Secundaria no imparte la clase igual en bachillerato, todos
nosotros debemos adaptar nuestra forma de enseñar al estilo de aprendizaje
dominante del grupo – clase. Según Bennett (1976) hay doce estilos de profesor,
no debemos plantearnos las cosas desde la perspectiva estática de: autocrático,
laissez-faire o democrático. El profesor asume cada vez más responsabilidades:
debe ser estratega, comunicador, manager, higienista, dietista, policía,
mediador, psicólogo, sabio… y cada día algo más.
3- Estrategias de aprendizaje. El aprendizaje debe ser un aprendizaje estratégico, esto es una prima que lleva muchos años flotando en el ambiente escolar, y se aplica, aunque no siempre. Debemos dotar al alumno de formas de mejorar sus resultados académicos, así lograremos alumnos más competentes y capacitados para afrontar las tareas que se le presenten.
- Motivación
del alumno. Es otro de los grandes clásicos. Se habla frecuentemente de la
motivación intrínseca y extrínseca, se habla de la dinamización del aula (que
suena mejor), y es cierto, es necesario. Debemos ser capaces de motivar al
alumno, y sobre todo de NO desmotivar.
- Motivación
del profesorado. Encontramos mucha narrativa sobre la motivación del
alumno, pero ya no tanta sobre la motivación nuestra. Necesitamos motivarnos
entre nosotros, con nuestros compañeros, necesitamos crear espacios de
“tranquilidad” en nuestro centro, en nuestro interior, necesitamos cambiar de
tema en el café, no estemos siempre hablando de lo mismo con los compañeros, a
veces hablar de cine ayuda.
- Mejorar
las habilidades básicas para la resolución del conflicto. No podemos
esperar que únicamente mediante la mejora de los procesos académicos se diluyan
todos los conflictos, es algo que ayudará y que generalmente no se tiene tan en
cuenta, pero deberemos de complementarlo con iniciativas que desarrollen en
nuestros alumnos las habilidades necesarias para afrontar el conflicto por
ellos mismo y de forma adecuada. En este sentido debemos formar a nuestros
alumnos en las técnicas de resolución de conflictos (visión del conflicto como
algo natural, definición del conflicto, lluvia de ideas sobre soluciones,
análisis de las mismas y determinación de cuál aplicar, puesta en marcha de las
medidas, y análisis de revisión de los resultados).
-Técnicas
en habilidades sociales y de comunicación. Debemos ofrecer al alumnos
formas de expresar sus sentimientos, canales de comunicación. Fomentar la
empatía, y la inteligencia emocional.
-Mejorar
la autoestima y el autoconcepto. En este sentido quiero hacer especial
énfasis en el concepto que nosotros provocamos en el propio alumno, es
importante evitar frases como “siempre la estás liando” o “¿qué has hecho esta
vez?” o “sabía que eras tú”. Cuidado, con afirmaciones así no beneficiamos al
alumno, tan sólo servirán para trasmitirle nuestro sentimiento de incapacidad y
rabia por no saber ayudarle.
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